
La pandemia ha cambiado los hábitos del rito funerario
La limitación a tres los asistentes, el confinamiento y el miedo al contagio han convertido los entierros en actos íntimos y un poco confusos.
Las situaciones son extrañas, hay quien acude solo y permanece en silencio, los que retransmiten por videoconferencia el momento al resto de familiares, los que asisten con la boca tapada, guantes y gafas de natación y siempre distanciados dos metros unos de otros. Todo sin tener la certeza de quien es la persona que está en el féretro.
Los entierros eran actos planificados que se realizaban en las 24 o 36 horas después de la muerte, pero desde que el coronavirus está presente, el tiempo de espera se ha alargado considerablemente debido a que el sistema no está preparado para atender la cantidad tan alta de cadáveres. Los hospitales están desbordados, las residencias de ancianos igual y las funerarias no dan abasto, lo que hace que los cuerpos permanezcan en un limbo burocrático durante días o semanas.
En este tiempo tan complicado, las autoridades sanitarias contemplan la posibilidad de llevar a cabo entierros e incineraciones exprés (es decir, sin la necesidad de respetar un período mínimo de un día desde el momento del fallecimiento).
Intentando ofrecer consuelo en medio de tanta desolación están los sacerdotes que ofician los entierros. Momentos en los que destaca el dolor y la soledad de los familiares durante el acto, entierros sin funeral y con la única compañía de los seres más próximos que suelen ser los hijos.
El papel de cura es crucial, ya que además de oficiar la ceremonia, se convierte en un apoyo moral y social para la familia.
QUIZÁS TAMBIÉN TE INTERESE…
SÓLO TRES FAMILIARES PODRÁN ASISTIR AL ENTIERRO DE UN FALLECIDO MIENTRAS DURE EL ESTADO DE ALARMA
¿CÓMO ALIVIAR LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO DURANTE EL ESTADO DE ALARMA?
MORIR SIN UNA DESPEDIDA