El impacto de la pandemia del coronavirus es devastador y nos deja cifras muy duras, con unos 20.000 fallecidos en España en los últimos dos meses por esta enfermedad según las estadísticas oficiales. Evidentemente, la situación en la que nos encontramos es muy grave y, por lo tanto, no hay palabras de consuelo que valgan.

Sin embargo, también ha desencadenado un movimiento de reconocimiento a todos aquellos profesionales que, en su día a día, dan lo mejor de sí mismos para reducir las dramáticas consecuencias de este episodio, desde el personal sanitario hasta las fuerzas y cuerpos de seguridad, entre otros colectivos. Pero este homenaje, que por supuesto ellos tienen más que merecido, no debe esconder la importancia de todos los esfuerzos individuales.

En este sentido, quiero darles las gracias a todas aquellas personas que se han visto en la dura experiencia de tener que despedir a un ser querido en un contexto tan anómalo como el actual. Y es que, si siempre es difícil afrontar un fallecimiento, las restrictivas medidas que se han adoptado hacen que este procedimiento sea aun más complicado.

No tener la posibilidad de recibir muestras de duelo, no velar el cadáver o tener que enterrarlo en presencia de un máximo de tres personas son circunstancias que, desde luego, no ayudan a asumir una pérdida. Pero las familias nos están dando una lección de compromiso y sensibilidad, con una madurez y un sentido de la responsabilidad que solo podemos agradecerles.

He de confesar que estamos realizando servicios muy emotivos en situaciones excepcionales que, si soy sincero, no habría imaginado tener que vivir nunca. Aun así, la respuesta de colaboración y de comprensión que estamos percibiendo refuerza mi convencimiento de que todas estas medidas puntuales serán, más pronto que tarde, algo que quede en el pasado. Lo conseguiremos gracias a la suma de los pequeños y grandes compromisos. Será, también, gracias a todos, del primero al último.