La envidia y ese extraño dolor en la boca del estómago
Cuando sientes una punzada en el estómago al ver que tu compañero de trabajo le han ascendido y a ti no, o te fijas en lo que consiguen tus conocidos y lo comparas con lo que tú tienes o, cuando alguien comenta un logro, al momento hablas de lo que tú has conseguido, entonces es posible que sufras el aguijón de la envidia, no que seas un envidioso.
Envidiar es desear lo que el otro tiene, que no hay que confundir con los celos que significan el temor a perder lo que ya se posee.
Se trata de una emoción social ya que aparece como resultado de la comparación con los demás y de considerar que estás en condiciones de inferioridad. Que esto se transforme en acciones positivas o negativas dependerá de como hemos aprendido a gestionar este sentimiento en la infancia.
Según los estudios que realizaron investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Inage-Ku (Japón), publicados en la revista Science, indican que la envidia activa las zonas del cerebro involucradas en el registro del dolor físico en la corteza cingular anterior (parte fundamental del cerebro social). Es decir, es lo mismo que una patada en el estómago.
La envidia se convierte en dañina cuando te alegras del que al envidiado le vaya mal. Pero hay otra forma de reaccionar a la punzada de la envidia, transformarla en motivación y autosuperación, convirtiendo el rechazo en admiración hacia la otra persona, y la frustración en curiosidad por saber cómo lo consiguió.
La envidia maligna bloquea el desarrollo, la sana lo activa y pasar de una a otra requiere grandes dosis de autocontrol.
Fuente: elmundo.es
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