
La luz de Dios es de un belleza indescriptible según los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte
En los relatos de experiencias cercanas a la muertes es algo repetido: un túnel con una claridad de indescriptible belleza al fondo, una vez atravesado sienten que se encuentran en presencia de Dios y en un estado de paz , felicidad y dicha absolutas, pero también que ellos forman parte de esa Inteligencia Creadora, que la luz de Dios es su verdadero hogar.
“Es una luz blanca, brillante, envolvente y a la vez transmite una gran pureza”
Testimonios recogidos por el Dr. Gaona afirman: “era una luz más que blanca, cegadora. Pero no sólo era eso, sino que transmitía amor. Nunca me había encontrado tan bien. La luz me envolvía hasta el punto de que comencé a fundirme con ella. Sabía que ya no había vuelta atrás. La luz y yo éramos la misma cosa, en comunión, viajando hacia el infinito, hacia el lugar de donde todos venimos”. Y qué decir del siguiente: “Después, inesperadamente, apareció un círculo, una redondez de luz blanca que despedía un amor inmenso. Me acuerdo que pensé en aquel momento: “Lo que dice la religión es verdad, Dios es amor”.
José Saiz recibió una brutal agresión, todo sucedió el 9 de septiembre de 1979 en Benalmádena (Málaga). Tras una pequeña discusión con un compañero de trabajo, éste se acercó a nuestro protagonista por la espalda y le asestó una cuchillada en el costado. Inmediatamente lo trasladaron al Hospital Carlos Haya de Málaga, donde lo intervinieron de urgencia. Tal como me relataba José, en cierto momento pudo observar la delicada operación desde una posición elevada: «Mi cuerpo estaba entubado y los médicos iban de aquí para allá intentando salvarme. Me sentía muy feliz y para nada preocupado por lo que le pudiera pasar a mi cuerpo. Entonces contemplé una luz que me atraía hacia ella. Era preciosa, grandiosa, de una blancura y una belleza sin igual. Era muy potente, pero no dañaba los ojos, podía mirarla con toda tranquilidad. Cuanto más me acercaba a la ella más feliz y más pleno me sentía. Notaba que esa luz, la luz de Dios, era mi verdadero hogar. Dentro de esa luminosidad, o quizás detrás, no lo puedo especificar, había unas sombras de aspecto humano que extendían sus brazos hacia mí y los movían como indicándome que me fuera hacia ellas. Te puedo decir que no sentía ninguna clase de apego hacia la vida terrenal. Al revés, cada vez me encontraba más a gusto. Notaba una paz y una tranquilidad absolutas. Nunca jamás en la vida tuve tal sensación». Sin embargo, cuando estaba punto de entrar en esa luminosidad, una fuerza tiró de él hacia atrás y poco a poco comenzó a alejarse del resplandor.
Fuente: espaciomisterio.com
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