
El experimento que midió el peso del alma
En 1901 a un médico estadounidense de la ciudad de Haverhill en Massachusetts se le ocurrió medir el peso del alma ya que estaba convencido que demostraría intrínsecamente su existencia.
Este médico estaba convencido de que en el momento en el que una persona fallecía, su cuerpo perdería el peso de su alma, entonces libre para transcurrir otros espacios.
Eligió a seis pacientes, todas personas mayores que vivían en residencias. Cuatro de ellas padecían tuberculosis, una enfermedad que para ese momento en Estados Unidos aún significaba terminar en el hospital a la espera de tu propia muerte, ya que no existía tratamiento alguno. Otro de los pacientes padecía diabetes y del último se desconocen las causas.
MacDougall eligió específicamente a personas que sufrían de condiciones que causaban agotamiento físico, puesto que necesitaba que permanecieran quietos cuando morían para poder medirles con precisión. Primero registró el peso vivo de cada persona y, cuando parecía que alguna ya solo le quedaban horas o, incluso, minutos, colocaba su cama sobre una báscula de tamaño industrial que tenía una sensibilidad de dos décimas de onza (5,6 gramos).
MacDougall no solo llego a pesar aquellos cuerpos yacientes, sino que incluso sacó conclusiones. Una cifra exacta: 21. Esos eran, aseguró, los gramos que pesaba el alma. Una cantidad equivalente a tres cuartos de onza.
La comunidad científica no aceptó aquellos datos, pero irónicamente, aquella cifra se convirtió así en una especie de creencia popular.
Fuente: elconfidencial.com
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