Testamento de un perro

13 junio 2019

Uno de los momentos más duros por los que tiene que pasar el ser humano es la pérdida de un perro. Ya hemos hablado en alguna ocasión sobre el dolor que se siente y que es tan intenso, que se parece al que sentimos cuando perdemos a un familiar cercano… y es que ellos también son familia.

Este es mi testamento

Mis pertenencias materiales son pocas y dejo todo para ti.
Un collar mordisqueado en una de las puntas, una cama de perrito desordenada y un recipiente de agua que esta con el borde roto.
Te dejo la mitad de una pelota de goma, una muñeca rota que vas a encontrar debajo del refrigerador, un ratoncito de goma que está detrás de la cocina y un montón de huesos enterrados en la maceta de las rosas y debajo de mi casita.
Además te dejo mis recuerdos, que son muchos.
Te dejo el recuerdito de unos enormes y amorosos ojitos café, una colita corta y puntiaguda, un hociquito mojado y una mantita detrás de la puerta.
También te dejo una mancha en la alfombra de la sala, al lado de la ventana, cuando en las tardes de invierno yo me apropiaba de aquel lugar, como si fuera mío y me enrollaba como una bolita a tomar un poco de sol.
Te dejo un tapete todo destartalado frente a tu silla preferida, el que nunca fue zurcido con el tipo de lana correcto…esto es verdad, yo lo masticaba todito cuando tenía 5 meses. ¿Te acuerdas?
Dejo solo para ti, el ruido que hacía al salir corriendo sobre las hojas de otoño cuando paseábamos por el parque.
Te dejo el recuerdo de los momentos a la mañana cuando salíamos y tú me dabas galletas de vainilla.
Te dejo como herencia mi devoción, mi simpatía, mi apoyo cuando las cosas no iban bien, mis ladridos cuando tu levantabas la voz enfadad@…y mi frustración cuando te enfadabas conmigo.
Te dejo mi amor, paciencia y comprensión.
Tu vida ha sido más alegre…porque yo estuve a tu lado.

A los amigos callejeros que pasan frío, les dejaría el hogar donde fui tan feliz, mi plato, mi camita, mis almohadones y todos mis juguetes, a mi am@ a quien tanto quise y su mano cariñosa. También su voz dulce que repetía mi nombre.

Al amigo triste y asustado que vive en un albergue, como yo lo hice, le dejo el lugar que tuve en el corazón de mi amo, un corazón que jamás conoció límite alguno.

Por eso, cuando sea la hora de partir, nunca digas “nunca más tendré otro perro porque la pena que siento es demasiado para mí”. No pienses eso, mejor llévate a casa un amigo de cuatro patas abandonado, uno que aún no sabe de felicidad, alegría o esperanza y ofrécele MI LUGAR.

Es lo único que puedo dejar…el amor que alguna vez me diste y que ahora él necesita.

Gracias por hacerme tan feliz

Fuente: kachorros.club

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